El domingo leí, en el País Semanal, un artículo de Rosa Montero
muy interesante titulado "Todas esas cosas de las que nunca
hablamos" en el que nos hace reflexionar
sobre esas cosas que no cuentas, que no comentas, que no hablas porque no te
atreves, porque te da vergüenza o porque piensas que te pueden encontrar rara,
un "bicho raro" o una "friki". Ya te imaginarás a lo que se
está refiriendo con "esas cosas". Pues sí, has acertado, se trata de
sexo. El caso que comenta en el citado artículo es la "confesión" de
la primera experiencia sexual que vive una chica 17 años, hija de una amiga de
la autora. Una experiencia que vive —llena de angustia y dolor— en secreto.
Además, esta chica piensa que quizás nunca sea capaz de hacer el amor en su
vida. (http://elpais.com/elpais/2014/01/17/eps/1389953713_563301.html)
Esta
situación constata lo que las profesionales en el campo de la sexualidad,
lamentablemente, confirmamos a diario en la consulta. Ciertamente se podrían
evitar muchos problemas, como los de esta chica, si habláramos más de sexo, con
más naturalidad y espontaneidad.
No
cabe duda de que los avances en cuanto a la sexualidad femenina son
considerables desde la segunda mitad del siglo XX hasta hoy. Cada vez más
mujeres se plantean el disfrute de su sexualidad como un derecho, y eligen con
quién desean gozarla sin la exclusiva heterosexualidad, sino teniendo en cuenta
la diversidad sexual.
No
obstante, ¿se reflejan estos cambios en la realidad sexual de todas las
mujeres? Afirmarlo sería obviamente caer en una generalización. Muchas mujeres
viven el sexo aún con miedo y dolor, como la chica a que hace referencia el
artículo. Muchas tienen dudas y falta de información en relación a su propio
funcionamiento sexual.
Las ideas o creencias erróneas respecto al sexo
determinan aún el comportamiento sexual de muchas de ellas. Muchas creen aún
que por el hecho de ser mujeres han de actuar de acuerdo a un rol de género
establecido. Muchas aún no se atreven a expresar sus deseos y necesidades
sexuales. Muchas aún no han explorado nunca sus genitales. Muchas
aún no centran la atención en su propio proceso de excitación sexual,
dándose el tiempo necesario para vivir su placer, sino que claudican
por la inminente excitación y deseo de la pareja. Muchas aún se centran más en
complacer a su pareja que en experimentar su propio placer. Para muchas es
prioritario ser deseada, esto las lleva, a veces, a la obsesión por mantener un
cuerpo perfecto. Muchas aún fingen el orgasmo. Muchas aún no son conscientes de
que la sexualidad les pertenece y de que son dueñas de su cuerpo.
La
información, por lo tanto, es la clave fundamental para abandonar las
viejas estructuras sociales que se sostienen sobre unos pilares morales y
patriarcales que en la actualidad se desmoronan, aunque muy lentamente,
demasiado lentamente. Los cimientos sobre los que hemos de reconstruir la
sexualidad de las mujeres han de ser sólidos y seguros basados en el respeto,
la libertad individual y la voluntad de cada persona, en la propia mujer,
teniendo en cuenta su vivencia, su experiencia
y entorno social a la hora de tratar su sexualidad.
Hablar
sobre el sexo, sobre lo que nos pasa, cómo lo vivimos y experimentamos evitará
crearnos problemas y si los tenemos saber que existen formas de
solucionarlos.
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